El conflicto, por lo general está asociado a experiencias negativas, destrucción; se entiende como enfrentamiento, violencia, guerra o muerte; sin embargo, se ha demostrado que puede haber conflicto sin violencia. El conflicto es parte de un proceso de cambio, nos ayuda a examinar los asuntos con más cuidado, a madurar y a superarnos. Es importante porque nos ayuda a reconocer las diferencias y diversos puntos de vista. El problema del conflicto no radica en "sí" mismo, sino en la forma que lo abordamos; por tanto el conflicto no es positivo ni negativo; puede ser una oportunidad o un peligro, de acuerdo a como lo manejemos. El conflicto no existe en la realidad, existe en el pensamiento de las personas, en su esquema mental; por tanto tiene un alto poder subjetivo, basado en experiencias anteriores percibidas directa o indirectamente. No se trata de evitar los conflictos, sino de manejarlos a partir del conocimiento real de las dificultades o discrepancias e intereses comunes que puedan tener las parejas.
El conflicto es una oportunidad de crecimiento humano, de aquí el potencial educativo que tiene el aprendizaje del manejo creativo de los conflictos en nuestras familias. Si lo manejamos constructivamente, nos puede brindar los siguientes beneficios. Para ello hay que llevar a cabo acciones como:
- Enseñar nuevas habilidades y mejores caminos para responder a los problemas.
- Construir mejores relaciones y más duraderas.
- Aprender más acerca de nosotros y de los demás.
- Desarrollar nuestra creatividad.
- Respetar y valorar las diferencias.
- Desarrollar el pensamiento reflexivo.
Enfrentar un conflicto, una discusión, una discrepancia, una "pelea", en verdad conlleva tener en cuenta los elementos básicos de una buena comunicación y sobre todo, la habilidad más importante en ella, que es la habilidad de escuchar.