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Enfermedades y trastornos
Obesidad: Actitud y conducta II
Cuando a una persona con obesidad se le enseña a comportarse como si no lo fuera, repercute en la pérdida de peso.

Se incluyen técnicas para controlar el acto de comer; se aconseja realizarlo siempre en la sala, sentado, concentrado en la comida y no leyendo o viendo la televisión; también comer despacio, coger trozos pequeños, dejar los cubiertos, no saltarse comidas, no cambiar mucho de dietas y comer sólo a las horas indicadas; utilizar platos pequeños, procurar comer acompañado. Además, se trabaja con sistemas de recompensa, económicos o sociales. En todo el proceso debe colaborar familia, amigos y el grupo en el que se mueve el paciente. El cambio de estilo de vida resulta imprescindible.

Estos programas de modificación de conducta ayudan, aunque cuesta mantener ese estado cuando terminan. La obesidad en la niñez resulta particularmente resistente al tratamiento y muchas veces lo que se intenta, más que disminuir el peso, es contener los incrementos, ya que lo contrario va condenado al fracaso. A largo plazo, no se observan diferencias con la terapia de conducta e interpersonal.

Dentro de los individuos de riesgo, se identifican a veces por hábitos personales o familiares, antecedentes genéticos o por observar a personas que de repente engordan mucho. Deben crearse hábitos alimentarios sanos en niños y adolescentes, y así se evitará que, desde temprana edad, poder caer en la obesidad. Se ha de trabajar desde la edad escolar. En los chicos, se ha demostrado que, disminuyendo el número de horas de televisión o videojuegos, se previene la obesidad. También es muy importante cambiar los estilos de vida y buscar la cooperación en la familia.

Cuando se ha perdido peso, para mantenerlo hay que continuar con una ingesta inferior a la de antes. En las personas que han sido obesas, hay que prevenir el riesgo de recaídas.


Álvaro Rojo