La conducta de hablar en público no es heredada ni recibida genéticamente, sino que se puede aprender y mejorar.
El público puede ser percibido como enemigo –aumentará en el orador el miedo y la ansiedad- o puede ser vivido como un grupo de personas con interés por la materia o el propio conferenciante.
Algunas pautas para aminorar la ansiedad: preparar ampliamente la documentación; establecer un guión o esquema de la intervención; tener una serie de anécdotas o ejemplos para introducirlos en el momento en el que nos podamos sentir perdidos al desarrollar el discurso; realizar ejercicios de relajación y darse instrucciones positivas.
Es fundamental detectar los posibles pensamientos negativos que pueden aumentar la ansiedad o el miedo al hablar en público. Al detectarlos, se pueden analizar. Al analizarlos, se pueden modificar.
Es normal tener cierta ansiedad al hablar, ya que de este modo esta tensión a la hora de participar aumentará la eficacia en nuestros mensajes. No es raro ni infrecuente sentir este miedo.
Evitar las situaciones que no nos gustan, como el exponernos a hablar en público, no lleva a ningún lado.
Por el contrario, afrontar estas situaciones ayuda a superarlas.