La evaluación de la depresión infantil debe realizarse mediante un diagnóstico clínico que evalúe de forma individualizada y personal el caso, teniendo como referencia los criterios que se consideran necesarios para padecer dicho trastorno. Deben realizarse diversas pruebas con el fin de descartar la posibilidad de que se trate de una patología orgánica que pueda ser abordada mediante el uso de cierta medicación. En el proceso diagnóstico pueden aplicarse una serie de escalas que pueden ayudar al clínico a valorar la presencia e intensidad de ciertos síntomas en el paciente. Asimismo, el trabajo del clínico debe ser exhaustivo y realizar un buen diagnóstico diferencial para no errar cuando realice el diagnóstico del trastorno depresivo. Otro factor que debe tener en cuenta es la alta comorbilidad que existe entre la depresión infantil y la presencia de otro trastorno como puede ser un trastorno bipolar, el abuso de sustancias, un trastorno de ansiedad o un trastorno de la conducta. El tratamiento de los trastornos de naturaleza afectiva se realiza desde una perspectiva multimodal. Por un lado, se considera imprescindible la intervención psicoterapéutica individual con el niño. Además, resulta necesario y beneficioso para el niño realizar una orientación y apoyo con los padres para ayudarles a entender qué le ocurre a su hijo y como ayudarle en su día a día. También una coordinación con el centro escolar es de gran ayuda ya que la escuela es donde más tiempo pasan los niños. Respecto al uso de fármacos, existe cierta controversia en el empleo de medicamentos para el tratamiento en niños. Sin embargo, la prescripción de la variedad de medicamentos existente para esta problemática debe estar adecuada al caso concreto que el médico atienda, si el profesional lo considera necesario.