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Enfermedades y trastornos
Epidemiología del trastorno límite de personalidad y sus características

 

La prevalencia de los trastornos límite o Borderline se sitúa entre el 1,1% y el 4,6% y la media se establece en un 2%. Es decir, que la prevalencia de este trastorno duplica al de la esquizofrenia. Se diagnostica predominantemente en mujeres, en una relación de 3 a 1.

El momento de máxima expresión clínica se sitúa al inicio de la vida adulta, aunque encontramos las primeras manifestaciones de este trastorno en la adolescencia y la preadolescencia. Los síntomas se atenúan con la edad y alrededor de los 40 o 45 años decrecen los más relacionados con la impulsividad. Al llegar a este punto de la vida, la mitad de los pacientes se habrá estabilizado, pero la otra mitad se aislará progresivamente. Por lo tanto es muy probable que estas personas acaben con un severo deterioro personal y relacional.

Entre las personas diagnosticadas desde la adolescencia hasta la mediana edad: un 70% habrá cometido algún intento de suicidio, un 50% lo repetirá, incluso diversas veces, a lo largo de su vida, y entre el 8% y 10% lo consumará.

En las poblaciones clínicas con trastornos de la personalidad, los TLP se sitúan entre el 30% y el 60%. Los pacientes con TLP pueden presentar una gran variabilidad de síntomas, desde síntomas depresivos, ansiosos o irritabilidad hasta conductas suicidas persistentes y clínica paranoide. También se observa una elevada proporción con diagnósticos sintomáticos y es frecuente que reciban tres o cuatro diagnósticos diferentes antes de llegar al de trastorno de la personalidad.

La característica esencial del trastorno límite de la personalidad es un patrón de inestabilidad en las relaciones interpersonales, la autoimagen y la efectividad, y una notable impulsividad que comienza al principio de la edad adulta y se da en diversos contextos.

Los sujetos con un trastorno límite de la personalidad realizan frenéticos esfuerzos para evitar el abandono real o imaginado. La percepción de una inminente separación o rechazo, o la perdida de la estructura externa, puede ocasionar cambios profundos en su autoimagen, afectividad, cognición y comportamiento. Éstos sujetos son muy sensibles a las circunstancias ambientales. Experimentan intensos temores a ser abandonados y una ira inapropiada incluso ante una separación que en realidad es por un tiempo limitado o cuando se producen cambios inevitables en los planes (p.ej., reacción de desesperación brusca cuando el psicólogo les anuncia el final de su tiempo de visita, angustia o enfurecimiento cuando alguien importante para ellos se retrasa aunque sea solo unos minutos o cuando tiene que cancelar su cita).

Pueden creer que este abandono implica el ser malos. Estos temores a ser abandonados están relacionados con la intolerancia a estar solos y a la necesidad de estar acompañados de otras personas. Sus frenéticos esfuerzos para evitar el abandono pueden incluir actos impulsivos como los comportamientos de auto mutilación o suicidas que se describen separadamente en el criterio.

Los individuos con un trastorno límite de la personalidad presentan un patrón de reacciones inevitables e intensas. Pueden idealizar a quienes se ocupan de ellos o a sus amantes las primeras veces que se tratan, pedirles que estén mucho tiempo a sus lado y compartir muy pronto los detalles más íntimos. Sin embargo, cambian rápidamente de idealizar a los demás a devaluarlos, pensando que no les presta suficiente atención. Estos sujetos pueden ofrecer algo a los demás, pero solo con la expectativa de que la otra persona esté allí para corresponderles satisfaciendo sus propias necesidades o demandas. Son propensos a los cambios dramáticos en su opinión sobre los demás, que pueden estar vistos alternativamente como apoyos beneficiosos o cruelmente punitivos. Tales cambios suelen reflejar la desilusión con alguna de las personas que se ocupa de ellos y cuyas cualidades positivas han sido idealizadas o de quien se espera el rechazo o abandono.

Puede haber una alteración de la identidad caracterizada por una notable y persistente inestabilidad en la autoimagen o en el sentido de una mismo. Se presentan cambios bruscos y dramáticos de la autoimagen, caracterizados por cambios de objetivos, valores y aspiraciones personales. Pueden producirse cambios bruscos de las opiniones y los planes sobre el futuro de los estudios, la identidad sexual, la escala de valores y el tipo de amistades.

Estos sujetos pueden cambiar bruscamente el plan desde el papel de suplicar la necesidad de ayuda hasta el de vengador justiciero de una afrenta ya pasada. Si bien lo habitual es que su autoimagen esté basada en el perverso o desgraciado, a veces los individuos con este trastorno tienen también el sentimiento de que no existe en absoluto. Estas experiencias suelen ocurrir en situaciones en las que el sujeto percibe una falta de relaciones significativas, de ayuda y de apoyo. Estos sujetos pueden presentar un mal rendimiento laboral o escolar

 


Álvaro Rojo