El orador se apoya en su voz y desarrolla habilidades para dominar adecuadamente las pausas, la rapidez al hablar o leer, la entonación, la pronunciación y la respiración. Puede ser que posea un timbre de voz estridente o agradable. De todas formas es importante conocer que la voz es un conjunto de sonidos que el aire expelido por los pulmones produce en la boca del hombre. Se caracteriza por su intensidad, su altura, su timbre y su duración.
Una premisa fundamental es la educación de la voz porque así es más agradable la intervención ante el auditorio. Una voz equilibrada, bastante fuerte, pero sin matices de gritería, proporcional a la cantidad de oyentes es lo aconsejable, porque si es chillona molesta rápidamente y suena de un modo desagradable en los oídos, cansa y agota a los que la escuchan.
La voz debe ser clara para que todas las palabras y sonidos sean percibidos adecuadamente. Ella, junto a otros factores, logra despertar el interés del auditorio. Además, si el orador la utiliza, la modela y la proyecta bien, podrá brindarle a los oyentes un placer tan significativo que desearán escucharlo y su voz quedará grabada en ellos.
La voz presenta defectos o limitantes. Estos problemas se dan algunas veces de forma voluntaria e inconscientemente y también por su uso inadecuado. Por eso es de suma importancia aprender dos cosas: su utilización fisiológica para que esta no falle debido a un recargo de trabajo y la aplicación consciente de sus medios para lograr determinados efectos. Con relación a estos aspectos es recomendable hablar con la presión de aire óptima y hablar pausadamente, evitando así cansancio, agotamiento y, por supuesto, una deficiente capacidad de expresión, la cual provoca a su vez, que los oyentes pierdan, cedan en su capacidad de concentración.