Uno de las primeras pautas recomendables para una correcta alimentación del niño es respetar sus gustos personales. Cada niño es distinto y tiene sus propios gustos. Hay que respetar que haya un alimento que no le guste, pero lo que no se debe hacer es permitir que abandone una familia de alimentos. Por ejemplo, si no le gusta la leche, se le pueden dar yogures o queso; o si no le gustan las judías verdes, se le pueden dar espinacas, acelgas, etc. Lo primordial es saber sustituir un alimento por otro de las mismas características nutritivas.
El niño está acostumbrado desde muy pequeño a los gustos sosos tirando a dulces. Pero a algunos niños les gusta el sabor dulce en exceso. Y en la mayor parte de las ocasiones los culpables son los adultos, puesto que añaden un poco de azúcar a los primeros zumos o las papillas de fruta para que se las coman con más facilidad. Por un simple gesto como ése, al niño empieza a gustarle el azúcar y termina aficionándose a toda clase de alimentos dulces. Así que debemos procurar que esto no ocurra.
Otro factor por el que un niño puede adquirir malos hábitos de alimentación es el hecho de que las personas que convivan junto a él sigan un tipo de dieta poco convencional, por ejemplo, la dieta vegetariana. A menudo estos niños tienen problemas cuando comen en el colegio, puesto que hay personas muy radicales en este aspecto y piden que se les prepare la comida siguiendo su dieta. La mayoría de los niños no entienden por qué no comen lo mismo que sus compañeros, y a menudo su gran ilusión es probar la comida de éstos. En este sentido, los padres o personas responsables han de saber que será lo más adecuado.