Las personas que han decido emigrar tienen que vivir y procesar el duelo migratorio, que como toda ruptura, se caracteriza por la pérdida de todos aquellos componentes de la cultura que sustentaban el bienestar emocional. El duelo migratorio es parcial ya que no termina nunca de resolverse debido a que en realidad las personas no están muertas, pero tampoco se puede contar con ellas porque ya no hacen parte de la vida cotidiana.
Tanto el duelo migratorio, como el impacto emocional de la migración cobran especial notoriedad en determinadas épocas del año. El Día de la Madre, del Padre, San Valentín (en algunos países se llama el día del amor y la amistad), cumpleaños y otras fechas significativas se convierten en verdaderos factores de riesgo frente al proceso adaptativo de las personas migradas.
Especial relevancia cobra la época de Navidad y Año Nuevo porque en estos días se encuentran simbolizadas muchas de las experiencias más gratificantes y profundas de las personas. Factores como el encontrarse con la familia en torno a determinadas tradiciones, estar cerca de la mamá, el papá y los hermanos, las fiestas propias, las comidas típicas, sentir que esa red familiar y social sigue ahí para apoyar, dando esa sensación fundamental para el ser humano de hacer parte de algo más grande que el mismo (o sea, haciendo parte de una familia, de un clan, de una tribu) son elementos que cobran sentido de nuevo cada vez que se acerca el fin de año y el comienzo de uno nuevo.
Precisamente por la lejanía de los ausentes, para muchas personas los días navideños son un verdadero infierno emocional que puede agravar la situación psicosocial ya no solo de los inmigrantes sino también de la familia en la cultura de origen. Por lo tanto, es necesario prepararse de alguna forma para que estas fechas se puedan vivir con la alegría que ellas mismas sugieren.
Algunas alternativas para afrontar la Navidad estando lejos de casa son:
- Asegurar la comunicación con los suyos. Si deja el contacto para el día de Navidad o Año Nuevo, las comunicaciones estarán colapsadas y además de no estar presente, tendrá la frustración de no poder ponerse en contacto. No es lo mismo llamar un día antes o después, pero se asegura de que lo pudo hacer.
- Relativizar la importancia de las fiestas. Una capacidad de los seres humanos es darle el significado que quiera a cada experiencia, por más anclada que esté dicha experiencia en nuestras vidas. Si le da mucha importancia a la Navidad y no la puede vivir con quien quiere y como quiere, su frustración será mayor.
- Reconstruir su red social. No es lo mismo, pero si se puede pasar la Navidad con nuevos amigos, los hechos en la nueva tierra, atenuará los efectos de estar lejos.
- Crear su propia tradición. Si la migración es de larga duración, en vez de estar lamentándose por las tradiciones que no puede vivir, cree unas nuevas, con sus nuevos amigos o con su familia cercana. Y si está solo busque asociaciones, celebraciones públicas o actividades especiales que le permitan ver estas fiestas con otros ojos.
Está claro que la Navidad no deja indiferente a nadie, facilita recuerdos y sensaciones positivas para muchos, pero también dolores, malestares y malos recuerdos para otros.